Yozo, la necesidad de un sujeto
liminar, a partir de la vergüenza y la culpa, en Indigno de ser humano
Tsushima Oda
II
De las convenciones:
honne y tatemae, hacia la vergüenza y la culpa
Antes
de continuar con el aspecto ambiguo propiamente, nos detendremos en un punto
clave: el sentimiento de vergüenza de nuestro protagonista; para lo cual será
preciso observar la distinción entre contenido y enunciación, esto para no
remitir en posibles equívocos referenciales. Por una parte, tratamos con
enunciados que son verdaderos en el mundo ficcional; y por otra, la afectación
del contenido por los hechos empíricos que involucran la memoria del autor.
Además de la sincerad, pero tengamos presente que aquí sinceridad tiene el
sentido de expresar, precisamente, la subjetividad, es decir, contar desde las
impresiones a partir de los hechos. Si bien, tratamos con sentimientos y
pensamientos todavía no se esclarece si estos corresponden a Yozo (personaje) o
a Dazai (autor). Con el propósito de resolver dicha situación revisamos ahora
el comportamiento social japonés en el que claramente se observa la
manifestación del sentimiento de vergüenza. Recordemos lo que menciona Nitobe (1909),
a propósito de la herencia que ha dejado el Bushido a Japón, sobre la cortesía,
que
es una pobre virtud, cuando sólo la motiva el miedo
de ofender el buen gusto, debiendo ser la manifestación externa de una
consideración simpática hacia los sentimientos de los demás. Implica también un
debido respeto a la adecuidad de las cosas, y, por consiguiente, un respeto a
las posiciones sociales. (p.58) (Subrayado nuestro)
No
pasaremos por alto que se ha incurrido en dicho principio solo por mera
convención, esto es, para no causar problemas. Esto nos lleva al comportamiento
que demuestra Yozo hacia los demás humanos. Desde temprana edad sabe que debe
evitar volverse una molestia, pero dicho sentimiento no significa una actitud
frívola, al contrario, representa la clara manifestación de un sentimiento
empático del que aún no es consciente. Por otra parte, se refleja, también, en
las palabras de Nitobe un comportamiento todavía vigente entre la sociedad
japonesa: respeto a las posiciones sociales, en otras palabras, a la
jerarquización de la cual no prescinde la familia. Rasgo que advertimos cuando
Yozo habla sobre el lugar que ocupaba a la mesa durante su infancia. De manera
que la figura del padre no sea una cálida, sino una severa y opresiva. Sabemos,
por otro lado, que hay tres factores que lo afectan a lo largo de su vida sea
para agobiarlo o para brindarle cierto cobijo: las mujeres, el dinero y el
alcohol (adicciones). Las primeras, criaturas que les son
incomprensibles, quienes lo hieren y protegen; el segundo, provenir de una
familia de renombre, carecer de dinero, ser incapaz de tener un empleo estable;
el tercero, por el que manifiesta cierta desenvoltura ante los demás, el que le
permite acaso comportarse de acuerdo a las convenciones sociales, pero por el
que se hunde cada vez más en la ansiedad y la desesperación. Y en el centro de
todo ello, la familia y, por supuesto, el padre como órgano medular.
Llegados
a este punto traemos a cuenta dos conceptos íntimamente relacionados con el
comportamiento social japonés, mismos que nos permiten comprender mejor tal
fenómeno, a saber: tatemae y honne. De acuerdo a Bernando Villasanz
(2003), el primero refiere las convenciones, reglas y formas apropiadas
(aceptables) de comportamiento que se deben guardar ante y entre los otros
sujetos en los distintos grupos en los que se participe; respecto al segundo,
comprende el aspecto subjetivo: ideas y sentimientos del sujeto, tales que no
se exteriorizan de manera deliberada puesto que se prioriza la consideración
hacia el otro, es decir, se es consciente de la reacción grupal. Como sabemos,
Japón es una sociedad innegablemente tatemae. La evidente conciencia del otro
se presenta desde una perspectiva grupal, de lo que resulta la enseñanza y
aprendizaje de vivir de dicha manera: la familia, la escuela, el trabajo, el
pasatiempo, etc., este complejo termina por ser una entidad sólida que lo
último que se quiere es ponerla en crisis. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando no
se consigue pertenecer? ¿Resulta válido hablar del individuo? El sujeto
rechazado, habría que decir también el que rechaza, desemboca en la
marginación.
Cabe cuestionarnos
sobre el comportamiento de Yozo en su espacio. Justamente es uno que no se
distancia de un desenvolverse en medio de una sociedad tatemae. Lo que
claramente apreciamos a lo largo de la novela: el personaje extenuado debido a
la máscara auténtica que se empeña en mantener incluso frente a su
familia. Ello tiene su raíz, en gran medida, por saberse distinto, a parte; no
se trata de un Yozo-miembro sino de un Yozo-individuo. Pero, ¿resulta acertado
hablar de la presencia del individuo en una sociedad como aquella? Con
seguridad podemos mencionar la presencia de sujetos en su calidad de
ejecutantes, no obstante, cuando hablamos del individuo hay que tener cierto
cuidado, puesto que a pesar de las distintas etapas de modernización que vivió
Japón “el individualismo no arraigó” (Kawana, 2016, p.75). Asimismo, la propia
estructura social tatemae funge como óbice para que ello no ocurra. De esta
manera nos encontramos con un individuo-miembro: su individualidad responde a
una subjetividad moderada por las mismas reglas y convenciones, o en su defecto
está reservada a un núcleo de lo más íntimo.
Tenemos frente a
nosotros a un Yozo lúcido que en medio de su temor comprende con claridad la
farsa del comportamiento humano a través de sus formas, convenciones, etiquetas
bajo las cuales actúa y se presenta. En las primeras notas de la novela expresa
de manera genial el complejo que significa intentarse devenir él; expone ante
nuestros ojos los motivos y el profundo temor hacia los humanos:
¿y la escuela? Parecía que me estaba ganando el
respeto de todos. Aunque el hecho de que me respetaran me causaba un cierto
pánico. Mi idea de alguien respetado consistía en una persona que había
logrado engañar casi a la perfección a los demás pero que, al ser visto por un
ser omnisciente y omnipotente, era humillado en una vergüenza peor que la
muerte. Incluso si engañase a los seres humanos para que me respetaran,
alguno de ellos se daría cuenta; y cuando les contara a los demás el engaño,
entonces la ira de los humanos daría lugar a alguna horrible venganza. (Dazai,
2018, p.21) (Subrayado nuestro)
Ya desde una temprana
edad Yozo es consciente de sí mismo, de la gravedad que representa comportarse
fuera de lo convenido, fuera del grupo; de igual manera comprende el trasfondo
de dichas convenciones, no se trata de otra cosa que de una gran farsa. En ese
entendido, emprende un juego complejo de máscaras. A esto se suma la
humillación[1] y
la vergüenza que experimenta tras ser descubierto. Pero no será esta la única
situación en la que lo mencione, puesto que ello marca gran parte de su
angustia. ¿Y tal temor a ser descubierto en medio de su farsa guarda una
relación con lo que Nitobe refiere a propósito del sentimiento de vergüenza
como “la primera indicación de la conciencia moral” (1909, p.76) de los
japoneses? En su condición degenerativa, Yozo experimenta incansablemente ambos
sentimientos: vergüenza y culpa, aunque estos, como él expresa, lo acompañan
desde el nacimiento; visto aquello, no resulta acertado afirmar que se trata de
una conciencia moral del todo, en el entendido que ella devendría conforme se
desarrollara Yozo en los distintos entornos. Se podría considerar, no obstante,
una consciencia moral a priori. Sin embargo, la situación de nuestro protagonista
responde mejor a un sentimiento de horror pensado, en sus primeros años, como
un miedo a-, en este caso a los humanos. De este modo nos dirigimos hacia la
vergüenza y la culpa, de los que nos interesa analizar la manera en la que se
manifiestan en él y sus posibles causas.
Hasta el momento
conocemos la angustia de ser descubierto, asimismo, como escribe en varios
pasajes de la novela, la incomprensión del comportamiento humano lo que
involucra sus pensamientos, sentimientos y actos; además, el peso de su
presencia: “pensé que tenía que ser como la nada, el viento, el cielo” (Dazai,
2020, p.16), en otras palabras, pasar desapercibido, no convertirse en una
molestia, de ahí el profundo horror de llegar a ser respetado; en consecuencia
Yozo se resuelve a convertirse en un bufón si no para anular, al menos, para
restar seriedad al asunto. A pesar de ello, no resulta un método acertado,
clara prueba, su vida. Otro elemento que influye significativamente en su
pensarse vergonzoso radica en la familia, sobre todo en la figura paterna. Y
como sabemos entre la herencia que deja el bushido encontramos el deber hacia
la misma, en este sentido su interés “y el de los miembros que la constituyen,
es uno e inseparable” (Nitobe, 1909, p.87). De tal manera que no se deba
sobreponer los intereses personales ni oponerse a aquél.
Se entiende, además y
de acuerdo al sintoísmo, que el sentimiento original japonés tiene como raíz
“la adoración a los antepasados” y su moralidad “como lo correcto se refiere a
respetar a los padres” (Villasanz, 2003, p.90). Sin falta este aspecto funge
como elemento crucial para comprender el padecimiento de Yozo. Precisamente
encontramos dos escenas en las que bien se aprecian las consecuencias por
faltar a dicho axioma. La primera de ellas aparece en las notas
iniciales cuando él, a causa del temor que experimenta por decir lo que
realmente piensa en el momento en el que se le pregunta sobre lo que le
gustaría que le trajeran desde Tokio, prefiere guardar silencio provocando así
el enfado de su padre: “era un fallo, había hecho enojar a mi papá, sin falta
debía temer a su venganza” (Dazai, 2020, p.18). En esta escena apreciamos a un
Yozo infante con un sólido temor encarnado ya en él. Observamos, al respecto,
tres posibilidades: temor al castigo, angustia por llegar a equivocarse que se
vuelve temor y temor a causar estragos en los demás. Como infante resulta
natural su temor al castigo; no así, conscientes de su lucidez y sensibilidad
empática, la angustia que deviene temor muestra mayor intensidad en comparación
con la primera clase de miedo. Su aguda conciencia de la presencia del otro lo
abruma de tal manera que lo empuja a la angustia, ya que debe cuidar cada
gesto, acto, pensamiento, para no perjudicarlos. Su estar siendo pierde su cualidad
espontánea. El segundo pasaje nos presenta a un Yozo adulto, pero aún joven:
Estaba confundido, también se levantó, se asomó a mi
monedero. – Cómo, ¿solamente eso?, fue una voz inocente. De nuevo esto. Su
respuesta hizo que mis riñones, carne y huesos dolieran. Ni siquiera esto, tres
monedas de cobre, por sí eran dinero. Por primera vez la sola voz de la persona
amada me causó dolor. Fue una extraña humillación que hasta ahora no había
experimentado… Después de todo no había escapado de ser el hijo de alguien
rico. En ese momento sentí realmente la determinación de morir. (Dazai,
2020, p.70)
En ese momento Yozo
se encuentra en un café junto con Tsuneko, la persona con la que comete el
primer intento de suicidio. Enfatizamos la importancia que da al dinero, en
específico a la escasez de éste. Aquello parte de su condición de miembro de
una familia aristócrata. Por tal motivo, el hecho de no contar con los recursos
monetarios necesarios resulta una suerte de ironía humillante. A ello se añade,
más adelante, la situación incierta en la que se sitúa: abandona la escuela, se
separa de la familia, no cuenta con un trabajo estable o con ninguno. Y será
este último suceso el que refuerce su condición de vida precaria. Justo en este
punto damos cuenta de un motivo más que aumenta su sentimiento de vergüenza, es
decir, qué función cumple dentro de la sociedad. Su estado responde muy bien a
lo que explica Villasanz respecto a la actitud de los japoneses frente al
trabajo, ya que esta se encuentra íntimamente relacionada con lo escrito en el
Kojiki, de ahí que se sientan culpables cuando no trabajen (2003). De lo
anterior obtenemos: carecer de dinero cuando debería ocurrir lo contrario, no
tenerlo por no contar con un empleo y no tener uno se traduce a ser alguien
inútil, para nuestro protagonista, un parásito instalado en la planta alta de
El lenguado.
No pasemos por alto
que nos enfrentamos, no únicamente, a la situación de un sujeto desempleado
sino a la de alguien, además, sin ningún motivo práctico, esto es, que no
desempeña ninguna clase de papel determinado dentro de la sociedad. Sin
mencionar su condición suicida, misma que empeora la sufrible relación con los
demás humanos. Por la que, además, será calificado, eventualmente, como un
enfermo.
Referencias
Dazai, O. (2018). Indigno
de ser humano. Barcelona: Sajalín.
Kawana, K. K. (2016, 22 de
diciembre). Fìcção e realidade na literatura japonesa: o watakushi shôsetsu e o
caso de Osamu Dazai. Criação e Crítica. Recuperado de Revista Criação & Crítica (usp.br)
Nitobe, I. (1909). Bushido El
alma del Japón. Madrid: Biblioteca científico filosófica.
Villasanz Rodríguez, B. (2003,
octubre). La construcción de la identidad japonesa (Un estudio sobre el sistema
cultural y simbólico de la sociedad japonesa). Boletín del instituto central
de investigaciones de la universidad de Fukuoka. Recuperado de 福岡大学機関リポジトリ (nii.ac.jp)
太宰治 (2020年)。人間失格。日本:新潮社。[Dazai, Osamu (2020). Ningen
Shikkaku. Nihon: Shinchosha].
-----------------------------------------------------------------
Sobre
el autor
Licenciado en Lengua y
Literatura de Hispanoamérica. Actualmente encargado del Círculo de literatura japonesa
y miembro de la revista cultural Gramanimia. Amante de la cultura japonesa,
literatura y en especial de la poesía. Ha publicado en revistas electrónicas
poemas y ensayo; cuenta con la publicación del poemario Virgo. entre los temas
de investigación le interesa la funcionalidad del lenguaje literario en cuanto
a su efecto en la esfera empírica, así como el análisis del sujeto liminar como
elemento imprescindible para un discurso literario con consecuencia pragmáticas
Ilustración
realizada por
@aparato_nacional
@drasenx
----------------------------------------
Términos Legales
La revista digital de difusión cultural
Aparato Nacional certifica que el texto publicado en este espacio por Tsushima
Oda (pseudonimo sugerido por autor) es completamente de su propiedad. La
revista se compromete a hacer solo difusión de su trabajo, no se adueña de los
escritos. Las correcciones de estilo y el acompañamiento editorial de la
Revista solo llevaron a pulir el texto, no a transformarlo en algo nuevo.
En caso de que publiquemos algo que sea
plagio, por favor, contactarse con nosotros a través de cualquiera de nuestras
redes sociales o a nuestro correo: Revistaaparatonacional@gmail.com
----------------------------------------
¿Quieres apoyar a Aparato Nacional?
Nequi Colombia: 319-586-9613
Patreon: www.patreon.com/Aparatonacional
Facebook: Revista
Aparato Nacional
Telegram: Revista
Aparato Nacional
Instagram: @aparatonacional_
Paypal: Paypal.me/drasenx
<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<
[1] En el original
aparece de la siguiente forma: 「木っ葉みじんにやられて」 [koppamijin ni yararete], significando “destruyendo
totalmente”, así su destrucción en vida será algo peor que la desgracia de
morir, en este sentido valdría mejor morir que seguir viviendo. El suicidio
parece una alternativa eficaz.
¡Excelente artículo! Recuerdo la sensación de malestar que me quedo cuando termine de leer Indigno de ser humano.
ResponderBorrarGracias a este artículo pude entender mejor el contexto social en la que se escribió la obra. Sin duda alguna dicho contexto social afecto enormemente la vida atormentada de Dazai.